H I S T O R I A 0 0 4
RAFAELA
Rafaela nació hace 76 años en las afueras de Córdoba. Su hija Mayte es la que nos ha compartido sus manteles y su historia: “ojalá esto sirva para que estas personas se quieran un poquito más, por estas pequeñas cositas que no han sabido valorar”.
Fali, que es como la llaman, cuenta siempre muy feliz anécdotas de cuando era joven, a pesar de ser algo que vivió desde la carencia, desde la falta de recursos. Vivía en las afueras de Córdoba y trabajaba en lo que salía del campo. Su primer contacto con las artes de la aguja fue cuando empezó a trabajar en un taller de costura de pantalones. En 1970, a los 21 años ayudaba a una modista del barrio que le enseñó a bordar hasta que más tarde se hizo sus propias sábanas y manteles. Tardaba entre 7 y 8 meses para hacer cada pieza y le encantaba. Tanto que, además de su ajuar, en los años siguientes hizo muchos trabajos para otras personas. Además de bordar para otras personas, también les enseñaba. Mayte explica que siempre veía a su madre con el bastidor. Hacía sábanas, hacía vestidos de sevillanas.
La define como una mujer trabajadora, “luchadora como la copa de un pino”. Como tantas otras mujeres, Fali “ha vivido siempre hacia fuera”, cuidando de los demás y “viviendo en el olvido de ellas mismas”.
Hoy, Fali ha empezado a olvidarse realmente de su historia. El Alzheimer empieza por llevarse los recuerdos más recientes. Fali “tiene su memoria antigua a flor de piel, cuenta historias de mucho sufrimiento”. Aunque, por ver el lado positivo: “este olvido, como la obliga a soltar el control, hace que viva más conectada a ella, que no esté tan pendiente de nosotras”.
Mayte nos explica que compartir sus creaciones con este proyecto ha hecho que su madre, “que no es consciente de las cosas buenas que ha hecho, que no ve nada bonito en ella”, sea capaz de valorarse un poquito más a través del valor que le estamos dando nosotras. “Ya que tu no te has dado ese valor, yo te lo doy, mamá”.
Y es que lo que Fali hizo con sus manos poca gente sabe hacerlo ya. Sacarlo de los cajones y que lo admiren otros ojos, es reconocer el trabajo, el amor y la artesanía que hay detrás de cada puntada.