H I S T O R I A 005

CARMEN


Carmen nació en Benalúa de Guadix, Granada, en 1924, pronto haría 100 años. Su hermana Ifigenia decía de ella que era la que más sufrió: “como sufrió mi Carmen, se ganó la vida yendo a las casas.” Iba a las casas de la gente pudiente del pueblo a peinarla: “a hacerles moños bajos y quitarles las liendres, que aunque fueran pudientes también tenían.” y en vez de dinero, le daban comida. 

Encarna, la hija de Carmen me cuenta que su abuelo Miguel, trabajaba de electricista “subido en un palo de la luz, sin ninguna protección”. Y su abuela, Encarnación, Mamasón como la conocían sus nietos, se dedicaba al estraperlo de azúcar.

Carmen venía de una familia humilde y se casó con Manuel, hijo de una familia más poderosa que tenía una cueva preciosa en Benalúa con el suelo de tierra y las paredes picadas, que Manuel compró a sus padres por 500 pesetas.

Enseguida se quedó embarazada y luego vino un bebé detrás de otro. Hasta cinco. Y como su marido ganaba bien, dice su hija, que no recuerda haberla visto trabajar (fuera del hogar). Parió a sus cinco hijos en la cueva. Y hasta el último momento antes de parir estaba trabajando en la casa: “estaba ya pariendo y blanqueando los arreeores de la puerta.” 

Encarna recuerda que iba con su madre a lavar al río, con su cubo de metal, su jabón hecho con manteca de cerdo y su lavadero de madera. Y poco después hicieron un lavadero en el pueblo y la tarea se hizo más sencilla. Carmen también bordaba, pero Encarna no recuerda donde aprendió a bordar su madre. 

Tiene pocos recuerdos más con su madre, porque el niñero era su padre. “Mi madre nos quería igual, pero no lo demostraba.”

Lo que no puedo olvidar Encarna es la muerte de su hermana María Angustias. La hija de Carmen murió a los 17 años a causa de una leucemia. Era 1989 y todo el pueblo se movilizó para conseguir dinero para que pudiera ir a Houston a hacerse un trasplante de médula, pero no llegaron a tiempo. En pocos meses una infección se la llevó. “Cuando salga me haré las piernas, que nunca me las he hecho”, le decía María Angustias a su hermana Encarna, que me cuenta esta historia con una pena inmensa en sus ojos. Eran uña y carne. 

Esa pérdida dejó un vacío infinito en su casa. Un silencio que creó distancia. 

Encarna me explica cómo tuvo que hacerse cargo de sus padres ella sola, cuando ya se hicieron mayores y empezaron a perder la cabeza, mientras cuidaba también a sus dos hijos. Pienso en lo difícil que debió ser para ella y para tantas otras mujeres que siempre han tenido (y tienen) la carga de los cuidados en sus hombros. 

Carmen pasó sus últimos años en una residencia. Primero, con Manuel, en una habitación que Encarna decoró con sus fotos para que lo sintieran como su casa. Poco tiempo después perdió la cabeza y ya no pudo compartir habitación con su marido. Murió en mayo de 2008.

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