H I S T O R I A 008

ROCÍO


Rocío y yo nos cruzamos por una razón sencilla, el amor por las piezas hechas a mano y el deseo de no querer que desaparezcan.

Me cuenta que su familia proviene de un pequeño rincón cerca de Ourense, un lugar marcado por la simplicidad y la belleza de lo natural. En su memoria, la casa de su infancia se alza sobre una entrada donde aún permanece una piedra grande, robusta, que era testigo de la antigua práctica de mazar el lino. Ese lino, que se cultivaba con las manos de su familia, se transformaba en la tela con la que cosían las prendas que las vestían.

Recuerda con cariño a su madre, que cuidaba del ganado, mientras su padre, mecánico del pueblo, se encargaba de las herramientas y las máquinas. El dinero que obtenía su madre de la venta de la leche les permitía, además, pagar a bordadoras para que completaran el ajuar de ella y sus cuatro hermanas.

De niña, Rocío aprendió a bordar acompañando a su madre mientras el ganado pasturaba. Sus manos jóvenes ya sabían del tiempo lento, del trabajo duro, de la belleza en lo cotidiano.

Como tantas otras familias tuvieron que emigrar al País Vasco en busca de nuevas oportunidades.

Ahora, siendo madre de dos hijos, regresa cada verano al pueblo, al mismo lugar que la vio crecer, llevando consigo un pedazo de esa historia que se mantiene viva a través de sus manos, a través de las piezas bordadas que aún guarda y de las piezas que ha querido compartir con nosotras. Y así, Rocío mantiene viva la memoria de su gente, de su tierra, de esa vida que se tejió, con paciencia y amor, entre los campos de Galicia.

Si te interesa saber más sobre como se hace el lino, puedes ver aquí un pequeño video muy interesante.

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